Era la única que quedaba en el río, su madre y hermana ya estaban muertas. Solo de cinco meses, asustada, pero muy juguetona, llamó la atención de una personas que acudió de inmediato a la Unión de Amigos de los Animales.
Simpática desde un comienzo, con su particular mandíbula nos cautivó. Héctor —nuestro rescatista— fue a su ayuda, llevándole comida y agua, para después comenzar con las solicitudes de adopción u hogar temporal.
Por azar del destino quizás, una socia llamó y quiso adoptarla de inmediato. Felices la recibieron y decidieron bautizarla como Chispita. Hoy posa feliz junto a su nueva familia.